sábado, 30 de enero de 2010

Habitación 509



Voy a absorber la luz del sol y respirar. Dejaré fluir mis dedos sobre el teclado viendo un avión atravesar el esponjoso cielo reflejado en mi pantalla. Y la silueta de mi sombra. Suena música del café del mar, se oye el murmullo de la ciudad a mis espaldas, y el caos. Cierro los ojos. Quiero conocer el mundo, sentirme parte de él. Olvidar todo lo que hemos creado, y centrarme en La creación. Sentir que el ordenador que tengo bajo mis manos es tan sólo un instrumento de mi mente, una prolongación de mis ideas. Y ponerme a pensar.

Pensar, o analizar. Conocer. Saber. Todos necesitamos para un momento para pensar, aunque parece que muchos no lo saben, o no lo hacen. Usar nuestra parte izquierda del cerebro para intentar comprender los grandes porqués de la derecha. Los sentimientos, las sensaciones. El amor. Usar esas neuronas y descubrir qué es lo que nos hace tan especiales. Porqué somos así. Lo que hicimos, lo que hacemos. La sexualidad. Saber qué nos hace únicos sin llegar a la mecanización de lo perfecto, o casi. Para leer sus ojos. Pero sin perder el encanto de lo desconocido. Conseguir que nuestra cabeza metódica sepa todo y deje a cuentagotas lo que de verdad queremos saber. Crear la complicidad entre nuestro yo mayor y el yo niño de quien

comparte un secreto. Pero dejarse llevar, dejarse llevar…

Porque nunca sabremos con certeza si hemos tomado el camino correcto. Ni qué habría sido de nosotros si hubiésemos cogido la otra carta que estaba encima de la mesa. Ni siquiera si hubiéramos cogido otro bus esta mañana o, simplemente, habernos quedarnos dormidos...


Porque nunca podremos saber si las decisiones que tomamos son las correctas o no, puesto no tenemos otra vida con que compararlo

domingo, 3 de enero de 2010

Promesas

Vale, te doy 2 meses.

10 semanas.

Va, el trimestre.



Y si entonces aun no, juro por mí romper mi promesa.



Me lo prometo,


por mí.