miércoles, 29 de diciembre de 2021

Mi 2021 es Álvaro

 

Este año ha sido del amor. Ha sido del aprendizaje. Ha sido un año increíble en todos los sentidos.

He vivido mi segundo año en Melilla, y he visto que poco a poco ha pasado eso que tanto temía: he perdido la sensibilidad hacía lo desigual, lo injusto.

He ido a Chios de nuevo, reviviendo lo que es la PAZ de espíritu en un lugar que me conecta con la naturaleza y con la humanidad, y veo sentido a mi trabajo.

Y lo más importante de este año, es que he vivido la mejor relación de pareja que podía imaginar. Una persona que me ha enseñado a querer y a comprometerme, me ha enseñado mis defectos y mis virtudes. Hemos sabido comunicarnos en todo momento. Nos hemos tratado con respeto y cariño. Nos hemos cuidado como lo más preciado que teníamos. Nos hemos querido bien, muy bien.

A pesar de todo, ha sido un año en el que me he perdido. He dejado de sentirme satisfecha en mi trabajo y, a pesar de tener todo lo que se puede pedir en la vida, no estaba bien. Todo ello me ha llevado a reiniciar el camino del autoconocimiento: el eneagrama, Daniela, Cata, mi herida de abandono, mis eternas huidas hacia todos lados, mi miedo a la soledad, mi falta de raíces. He reconocido patrones y estoy trabajando en conocerme a mí para deshacerme del ego (ser la mejor médico, saber mucho, presumir de mi conocimiento...) para conectar de nuevo con la esencia que estaba perdiendo (el servir, el colaborar). Poco a poco me había metido en el mundo melillita, en el que uno trabaja para ganar mucho y cuanto menos trabaje mejor, en el encierre de mentes de aquí, en el ego de los médicos (y el mio), mis ambiciones, etc. Me estaba yendo de mi camino.

Y, sea “bueno o malo, quien sabe”, Álvaro y yo hemos decidido dejar de estar juntos. Pese a ser el hombre perfecto con sus imperfecciones, pese a quererle con todo mi corazón y a haber aprendido qué es el compromiso con él, hemos decidido que nuestros caminos mentales no iban por la misma onda (qué putada, la mente) y en vez de seguir el corazón, hemos puesto cabeza. Ambos hemos iniciado nuestro reencuentro con nuestro ser. Él, hacia un Dios que yo he sido incapaz de compartir. Y yo, conmigo misma. El dolor, el tirar la toalla, el verme sola de nuevo, lo GENIAL que era (casi) todo... cuesta, mucho. Pero intento verlo desde la perspectiva de un futuro. De hecho, a día de hoy pienso y leo todo lo vivido en estos tres años, desde Panamá (Alberto, Mario, Granada, Sevilla, Chios...) y se relativiza todo, intento. Dicen que el sentido de la vida es el amor, en todas sus formas, y parte de este autoconocimiento quiero que se base en transformar el amor que tengo hacia Alvaro en otro amor algo diferente. Amor hacia mí, y quererle tanto bien que acepte que se vaya por su camino para que sea feliz. Y la vida nos dará lo demás que quiera que nos demos: en un año, ya ha sido muchísimo.

Así que gracias, no puedo hacer otra cosa que dar gracias por todo lo vivido y aprendido este año. A mis amigos por cuidarme, a la vida por traerme aquí y sobretodo, a quien me ha dado tanto tanto tanto y me ha dejado ahora tan vacía (y por rellenar). Te quiero.

PD. Sigue habiendo pandemia, vamos ya por tres vacunas y 6º ola de COVID y mi hermana se ha divorciado. He tenido dos sobrinos más y mi padre está estable. 

PD2. Y de cara al año que entra, la reflexión no será que ha sido de mí este año, si no qué he hecho yo con mi vida. Por cierto, antes de terminar, ya he tomado decisiones. 1. Ir a primaria, librarme del ego médico. Ya veremos qué tal. 


PD2. lo último que me enseña el año es que no puedo volar a Ibiza en noche vieja por mal tiempo. Así que adáptate a lo que te de la vida, no te aferres a tus planes que la vida te da lo que te tiene preparada!