martes, 7 de febrero de 2012

de decisiones

Soy una tia indecisa, y de cojones. De esas que tira la moneda para dejar su decisión en manos del azar y después hace lo contrario a lo que le toca. O lo mismo. Depende. Que si tengo ganas de salir de fiesta o me da palo, que si quiero irme a Argentina o a Alemania... que si me apetece tirarme un pedo o no.

Ya veis, a todo esto no puedo echar en cara que la gente dude. Ni mucho menos. De hecho, he aprendido a admirar la capacidad de algunas personas de tener las cosas claras. O mejor aún, a aquellas persona que, a pesar de dudar, son capaces de llevar adelante una decisión. Por dura que sea, por muchas consecuencias que acarree, por mucho que puedas tomar el camino equivocado...

Porque casi un año después he aprendido a admirar a una de las personas que más he querido en mi vida. Parecerá una locura, pero le agradezco la decisión que tomó: Me dijo que me dejaba y se aferró a su palabra. Sin explicaciones, sin porqué, sin terceras personas.

Y he tardado un año en darme cuenta porque porfin he pasado la fase de llorar, la de no salir de la habitación y no comer, la de rogarle que vuelva, la de enviarle a la mierda, la de no hablarnos, la de intentar ser otra vez buenos amigos, la de no hablarnos de nuevo, la de volver a discutir... y, finalmente, cuando ya crees que lo has pasado todo, la de volver a liarnos.

Quizá me hacía falta esa noche para darme cuenta que tampoco fue facil para él. Claro que echó de menos. Seguro que algún día pensó en volver. Pero aún asi, tuvo el valor de cortar por lo sano sin mareos, sin miramientos. Sin necesidad de que el mundo decidiera por él.

Que tu juegues con los dados, no te da derecho a jugar con los de los demás

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